viernes, 5 de septiembre de 2008

EDUCACION UNIVERSITARIA PERTINENTE: INVERSION PARA EL FUTURO

Velásquez Licea E./ Univ. Pedagógica Nacional VERACRUZ

Sin necesidad de realizar profundas disquisiciones y/o consideraciones conceptuales, en el presente siglo, nadie puede dudar que la educación y en particular la educación universitaria de calidad en los países en vías de desarrollo y fundamentalmente en América Latina, constituyen una importante inversión, por lo que los Estados y los Gobiernos, no sólo deben proteger sino principalmente desarrollar la inversión, si se quiere sobrevivir en el mundo de hoy, pero sobre todo en el del mañana.

Si bien el término inversión en muchos evoca un contenido económico, no es sólo en este plano que nos queremos detener sino en el contenido social e integral que puede abarcar el término; es decir en el sentido de ver a la Universidad como una institución generadora de la potencialidad humana necesaria para la transformación y desarrollo de la sociedad y como agente revitalizador de la misma.

Por lo tanto, es importante destacar que la Universidad como inversión se ve en ambas dimensiones. Por una parte, en la dimensión de los aspectos sociopolíticos, dado que todas las estrategias de desarrollo de los países, reconocen el papel del hombre y sus potencialidades como el factor principal y fundamental de las mismas. Y por otra parte, en la dimensión de los aspectos de carácter económico, siendo esta última acepción no sólo lo referido a lo estrictamente productivo, sino que compete a cualquier expresión de la actividad humana.
Del papel e importancia que los Estados y principalmente los Gobiernos le otorguen a las transformaciones y a la elevación de la calidad de la educación principalmente universitaria, dependerá en gran medida el sentido integrador o restrictivo que adopten los cambios de orden económico, científico, técnico, social, etc. en nuestros países; de ahí su importancia y valor. No obstante debe señalarse que la inversión en educación de calidad es un factor necesario, pero no suficiente para lograr esos cambios. Este fenómeno debe darse dentro de una coherencia en el que se considere el entorno en que se desenvuelve la Universidad, los retos y dificultades que debe enfrentar y las estrategias que ésta debe desplegar.

De un análisis realizado por CEPAL sobre la disminución del desarrollo económico de la región durante la última década, se expresan sentimientos entremezclados de amargura y esperanza. En esta misma época algunos académicos de diferentes Universidades Latinoamericanas coincidieron en señalar que a pesar de los graves problemas de la enseñanza universitaria, sus potencialidades se encuentran intactas y podrían contribuir de manera especial para que el decenio perdido se constituya en un reto para superar el conjunto de lecciones que nos dejó el pasado y que esta etapa vivida no sea un rasgo permanente de nuestra sociedad.

La crisis en todos sus aspectos de nuestra sociedad, se manifiesta de una manera más realista en sus dimensiones de pobreza extrema, violencia, inseguridad, desempleo, marginación y perdida de valores; los mismos que han creado un entorno que no sólo amenaza la estabilidad interna de los países, sino la existencia misma de nuestras instituciones educativas de nivel universitario.

Dentro de este contexto, nos permitimos sintetizar en tres niveles lo que podría entenderse como la crisis de los sistemas educativos, principalmente en el nivel universitario en países como el nuestro:

· Un Primer Nivel, constituido por las instituciones fundamentalmente públicas, masificadas, desfinanciadas, difícilmente gobernables y con una creciente disminución de su prestigio y liderazgo en el país y en las regiones.

· Un Segundo Nivel, que tiene su expresión más dramática en la crisis de autoridad intelectual de las propias Universidades y en muchos casos por falta de capacidad y/o de visión de estadistas de sus autoridades.

· Un Tercer Nivel, determinado por la crisis en el sistema social, que afecta las relaciones entre Universidad, Sociedad y Estado, en dimensiones tan sustantivas como la gobernabilidad, la moral, la ética, la legitimidad y la pertinencia.

La formación de nuevos valores constituye un reclamo del mundo actual. Los cambios que se han venido produciendo en el campo político, en las empresas, en la educación y en general en al sociedad; refuerzan la importancia y necesidad de la participación activa de los académicos, intelectuales y científicos de las Universidades para proponer o alcanzar las soluciones a los retos que nos plantea el presente siglo. Es dentro de este contexto en que la sociedad plantea exigencias cualitativamente diferentes y se reclama la pertinencia universitaria, se requiere la formación en valores, con nuevos y mejores profesionales. Es, a las Universidades que les corresponde esta responsabilidad de incidir en esta formación y también apoyar a los niveles precedentes de educación. El fortalecimiento de la sociedad civil implica promover valores y actitudes que deben ser reforzados por la educación universitaria tales como: responsabilidad, solidaridad, libertad, justicia social, tolerancia y respeto mutuo, ética, moral, conservación del medio ambiente.

El financiamiento y los recursos, han constituido, constituyen y constituirán el verdadero vía crusis para las Universidades Latinoamericanas y se refleja en sus políticas y estructuras. Las constantes demandas sobre el nivel financiero de las Universidades, constituyen un objeto de preocupación para nuestros países, por cuanto el aumento del numero de estudiantes y académicos no se corresponden con el presupuesto en términos reales; sino todo lo contrario, obligando así a muchas Universidades a recortar sus Programas de Funcionamiento, no atender el numero de vacantes para los egresados del nivel precedente, recortar o no cumplir a cabalidad con los Planes de Estudio, renunciar o postergar indefinidamente la modernización en equipamiento e infraestructura educativa, a no contar con los medios y recursos pertinentes de información, a renunciar a la cooperación internacional e incluso a permitir la fuga de sus mejores talentos.

Espero dejar un mensaje claro para la comunidad y para las autoridades del Gobierno, que la institución Universitaria debe luchar por preservar y en determinados casos recuperar su espacio social amenazado o perdido, es decir el espacio crítico, científico y humanístico que la sociedad espera; que esté comprometida con el bienestar social; que es a la vez autónoma, transparente y rinde cuentas de sus actividades que produce y socializa el conocimiento a la vez que cultiva y desarrolla una conciencia y nueva cultura.

Finalmente es necesario señalar que nace un nuevo paradigma, que es la cooperación entre nuestras universidades y por tanto institucionalizar una política de pares; basada en las nuevas condiciones de la Región. En este contexto la cooperación debe entenderse y orientarse a superar las asimetrías que existen, en un nuevo marco de colaboración, donde se de prioridad a una lógica de integración y de unidad, que supere nuestras diferencias mutuas. Sólo si este camino o meta a recorrer se acorta, estamos en condiciones de soñar o aspirar con una Educación Universitaria de Calidad, mediante la cual nos permita unir nuestras capacidades objetivas y subjetivas a fin de revertir de manera efectiva la tendencia de una mayor, hacia una menor diferencia en la generación y socialización del conocimiento.

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